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 Lees una noticia y tu mente empieza a trabajar, de informarte a acabar reflexionando para llegar a una conclusión: echo de menos ir a catequesis. Sí, lo confieso.  Pese a no ser practicante ni creyente a tiempo completo (no hay ateos en las trincheras ni en exámenes importantes), al leer que  la Iglesia donde hice la Primera Comunión y me confirmé por imperativo parental cerraba sus puertas mi mente no podía quedarse simplemente con el dato, así que empezó a divagar. Empecé a comparar como eran mis clases de catequesis y como son las de los niños precomunión que conozco (es decir, hijos de primos o de amigos) y me soprendí para mal. Recuerdo pequeñas pinceladas, pero son suficientes como para afirmar con certeza que para mi ir a la catequesis de preparación para la primera comunión no era una penitencia. Era algo bastante interesante y quitando la parte en que te explican cuando levantarte en misa , las dichosas crucecitas que tienes que hacerte después de no recuerdo qué frase y tene